La ecología, gran perdedora de las protestas de los agricultores franceses
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En Francia, tras dos semanas de bloqueos de carreteras por parte de los agricultores, el gobierno desbloqueó millones de euros en subsidios. También retrocedió en sus ambiciones ambientales y suspendió un plan para reducir el uso de los pesticidas. La crisis reveló la dependencia del agro francés a los pesticidas químicas. Reportaje.
La lluvia cae en los fardos de paja que un grupo de agricultores franceses instaló en medio de una autopista al este de París en el marco de una protesta nacional. Caída de ingresos, acumulación de normas administrativas, competencia internacional y precios bajos en supermercados son algunas de las situaciones que denuncian los agricultores franceses. A esta lista se añaden las reglas medioambientales de la Unión Europea, cada vez más estrictas y que se convirtieron en una manzana de la discordia entre ecologistas y representantes de los lobbies agroindustriales.
Los millones de toneladas de trigo y de litro de vino producidos cada año han permitido a Francia convertirse en el sexto mayor exportador mundial de productos agrícolas. Los altos rendimientos, la tecnología, los subsidios y los acuerdos comerciales son algunos de los factores que hicieron de Francia una potencia agrícola. Sin olvidar el uso masivo de agroquímicos: pesticidas, fungicidas e insecticidas, cuestionados por su peligrosidad para la salud humana, la biodiversidad y la contaminación del agua que ocasionan.
Peligrosos para algunos, pero indispensables para Olivier, quien, desde hace 25 años produce trigo, cebada y colza en sus 165 hectáreas de tierras no lejos de París: "Cuando hacemos agricultura de conservación, hacemos una rotación de cultivos. Y entre dos cultivos, destruimos lo que queda del cultivo anterior para volver a sembrar. Si nos prohíbe esta sustancia, ya no podremos hacer estas rotaciones de cultivos”, dicea RFI el agricultor.
A pesar de que la Organización mundial de la salud clasificó el glifosato como 'probablemente cancerígeno" para los humanos, Olivier relativiza su peligrosidad y critica las directrices europeas y franceses para reducir el uso de pesticidas.
“Yo por ejemplo producía habas forrajeras que exportábamos a Egipto donde sirven para producir tortitas. Nos exigían productos libres de insectos entonces usábamos un insecticida que Francia prohibió. En el extranjero se sigue usando, entonces aquí dejamos de producir estas habas, mientras que en Reino Unido sí continúan. ¡Es una lástima! deberíamos producir localmente y con métodos limpios”, explica a RFI.
El productor de cereales pide como muchos, una reciprocidad de las normas medioambientales para los productos importados que a veces no cumplen con las normas europeas. “Nos llegan productos del extranjero con otros estándares mientras que en Francia se nos prohíbe productos fitosanitarios indispensables para la producción. Entonces hay ciertas especies que dejamos de cultivar porque no tenemos alternativas”, lamenta.
En 2022 la Unión Europea decretó un plan vinculante para reducir un 50% el uso de productos fitosanitarios en la agricultura europea de aquí a 2050. Anteriormente, en 2018, Bruselas prohibió los neonicotinoides, estos insecticidas que diezman la población de polinizadores, pero que los agricultores europeos usaban masivamente. La suspensión de su uso es motivo de descontento también para Guillaume Gandon, vice presidente del gremio de productores de remolachas azucareras de Francia CGB: "Usamos productos neonicotinoides, para envolver las cáscaras de las semillas. Entonces cuando los pulgones aparecen en mayo, muerden la cáscara de las semillas, absorbe un poco de insecticida y muere. Y así evitamos los efectos nefastos de estos pulgones. En 2020, se prohibió el uso de estos neonicotinoides y este año precisamente tuvimos un año catastrófico a causa de estos pulgones que son vectores de una enfermedad llamada ictericia. El gobierno francés reautorizó el producto, pero la corte de justicia europea lo volvió a prohibir 2 años después. Hoy en Francia carecemos de solución mientras que otros países como Bélgica y Alemania autoriza las fumigaciones de este producto”, cuenta a RFI.
El productor de remolachas pide “que las reglas sean las mismas en toda la Unión Europea, y que las reglas sean las mismas para la azúcar importada. ¡Los ucranianos utilizan 79 sustancias agrícolas que aquí están prohibidas!”
Tras dos semanas de movilización en enero, los agricultores franceses que defienden el uso de pesticidas han ganado una batalla: el gobierno francés aplazó el plan nacional Ecophyto, que fija objetivos ambiciosos para reducir el uso de pesticidas. También se aplazó a nivel europeo una normativa para dejar en barbecho el 4% de los grandes cultivos con el fin de incentivar la biodiversidad. La líder del partido ecologista francés lamentó una decisión tomada en detrimento de la salud de los franceses.
La agricultura orgánica a pequeña escala: un modelo frágil
Y mientras un sector de la agroindustria francesa insiste para mantener el uso de los agroquímicos hasta que se encuentren alternativas, otros campesinos defienden una agricultura libre de pesticidas.
RFI visitó una granja del este de la región parisina donde la agricultora Sophie Van de Velde cultiva desde 2017 verduras orgánicas, a pequeña escala.
Van de Velde instaló sus cultivos en las tierras de su familia campesina desde hace más de 4 generaciones. Pero ella no usa cosechadoras ni tractores, y no vende sus productos en los mercados internacionales, sino que tiene clientes directos, mediante una suscripción anual, sin pasar por intermediarios. Un sistema aún bastante frágil. Cada jueves, un grupo de vecinos vienen a recoger un saco de verduras por el precio de 25 euros.
"La ventaja es que puedo fijar mis propios precios, y no dependo de los precios de mercado. En el resto de la industria aplican a veces un margen de ganancia. Yo simplemente divido el costo de producción por el número de clientes. Es el precio real, e incluyo mis deudas y mi remuneración”, detalla la horticultora.
Sin embargo, el sistema solo le permite ganar a penas un sueldo mínimo de 1400 euros netos (en Francia).
A eso se suma el reto de la agricultura orgánica, sin productos químicos.
“No uso fertilizantes artificiales, ni productos químicos. Hacemos muchas tareas con métodos mecánicos o manuales, para desmalezar, por ejemplo. Tengo una empleada, pero a veces a mis clientes me tienen que ayudar. Por eso tenemos menos rendimiento: usamos estiércol orgánico, pero es menos eficaz que el nitrógeno. Las verduras crecen más lentamente, pero tratamos crear un sistema más natural para tener mejores productos."
Y para evitar las plagas, la horticultora organiza rotaciones muy espaciadas de sus cultivos. “Siembre papas en una parcela y luego espero varios años para que las plagas no se instalen. Y para proteger los cultivos de los insectos de las zanahorias por ejemplos, usamos grandes tejidos para cubrir las siembras. Es mucho más difícil que fumigar con un tractor. Tenemos que desplegar estos tejidos y ser atentos”, dice a RFI.
En el marco de su Pacto verde por el clima, firmado en 2021, la Unión Europea quiere que el 25% de la superficie agrícola del continente sea orgánica de aquí a 2030. En Francia, por ejemplo, para incentivar la demanda de productos orgánicos, el gobierno impuso una cuota de 20% de alimentos orgánicos en los comedores colectivos, empresas, hospitales y empresas.
Pero la falta de incentivos económicos para los agricultores orgánicos y la inflación impide de momento cumplir con estos objetivos. Y el consumo de productos fitosanitarios se mantiene en niveles altos. La transición ecológica de la agricultura francesa, aún no ha empezado.
Entrevistas:
>Laurence Marandola, portavoz de La Confederation paysanne, sindicato de campesinos franceses.
>Sophie Van de Velde, agricultora francesa, productora de verduras en Seine et Marne.
>Guillaume Gandon, vice presidente del gremio de productores de remolachas azucareras de Francia CGB
>Olivier, productores de cereales de la cuenca parisina.